Iztapalapa está de fiesta. La Representación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo (una tradición que ha unido por generaciones a todo el pueblo) acaba de ser reconocida como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Este logro, celebrado por millones de devotos y familias, es el resultado de un camino largo, profundo y bien organizado entre comunidad, autoridades culturales y gobierno local.
Durante el sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador, la entonces alcaldesa Clara Brugada jugó un papel determinante para que esta tradición pudiera aspirar a un reconocimiento internacional. Como jefa de la demarcación, formalizó y fortaleció el apoyo institucional a la Pasión de Iztapalapa: impulsó su inscripción en inventarios oficiales de patrimonio, coordinó con el INAH y la Comisión Nacional de Patrimonio Cultural Inmaterial, desarrolló programas culturales en la alcaldía, garantizó la logística del evento y promovió su difusión en todo el país.
Este trabajo local, (sumado al esfuerzo invaluable del Comité Organizador y de diversas instancias culturales nacionales) se convirtió en la base documental, operativa y comunitaria necesaria para sustentar la candidatura ante organismos internacionales. La fuerza del pueblo, acompañada de una gestión institucional sólida, llevó finalmente a que una de las tradiciones más emblemáticas de México hoy sea reconocida ante el mundo.